Una estrella se forma a partir de una nube de gas molecular
denso y frío. La nube, para poder convertirse potencialmente en una estrella,
necesita colapsar e incrementar su densidad.
Una estrella puede colapsar comúnmente de dos maneras: o
colisiona con otra nube molecular densa o puede estar lo suficientemente cerca
como para encontrarse con la presión causada por supernova gigante. Varias
estrellas pueden nacer al mismo tiempo a partir de la colisión de dos galaxias.
En ambos casos, se necesita calor para impulsar la reacción, que proviene de la
gravedad mutua atrayendo todo el material hacia el interior.
Según su tamaño, las protoestrellas medianas y grandes pueden
seguir uno de dos caminos: si son más pequeñas que el Sol, experimentan una
reacción en cadena protón-protón para convertir hidrógeno en helio. Si son más
grandes que el Sol, experimentan un ciclo carbón-nitrógeno-oxígeno para
convertir hidrógeno en helio. La diferencia es la cantidad de calor
involucrado. El ciclo CNO se lleva a cabo a una temperatura mucho más alta que
el ciclo de la cadena p-p.
El ciclo de vida de una estrella depende de la velocidad con
que consume su hidrógeno. Por ejemplo, las pequeñas estrellas enanas rojas
pueden durar cientos de miles de millones de años, mientras que las
supergigantes grandes consumen la mayor parte del hidrógeno en unos
comparativamente pocos millones de años. Una vez que la estrella consume la
mayor parte del hidrógeno alcanza la madurez. Así es cómo se forman las
estrellas.
Una estrella llega a la mediana edad por medio de la fusión
del hidrógeno en helio. ¿Qué pasa después? Una vez que la estrella agotó el
hidrógeno que puede convertir en helio, la estrella sigue uno de varios
caminos.
Si la estrella es 0,5 veces la masa del Sol —la mitad de la
masa del Sol—, la presión de los electrones degenerados impedirá que la
estrella colapse sobre sí misma. Debido a la edad del universo, los científicos
sólo pueden usar modelos de computadora para predecir que ocurrirá con tales
estrellas. Una vez finalizada su fase activa —hidrógeno a helio—, se convierte
en una enana blanca.
Una enana blanca puede originarse de una de dos formas: primero,
si la estrella es muy pequeña, la presión de los electrones degenerados detiene
simplemente el colapso de la estrella, se le agota el hidrógeno y se convierte
en una enana blanca. Segundo, y más común, el núcleo de la estrella puede estar
todavía rodeado por algunas capas de hidrógeno, que continúan con el proceso de
fusión y provocan la expansión de la estrella, convirtiéndola en una gigante
roja.
Una gigante roja es una estrella en el proceso de quemar el
helio para formar cabón y oxígeno. Si la energía no alcanza para realizar este
proceso, la capa exterior de la estrella es expulsada y queda un núcleo inerte
de oxígeno y carbón: una enana blanca remanente. Si la energía involucrada es
suficiente para quemar las envolturas estelares, puede formarse una nebulosa
planetaria. Si dicha enana blanca forma parte de un sistema binario, puede
llegar a ser una supernova del tipo Ia, pero esto es muy raro. En cambio, se
piensa que una enana blanca finalmente se enfriará dando lugar a una enana
negra, en teoría, porque no hay enanas blancas más antiguas que el universo,
las enanas negras son entidades teóricas sólo porque no transcurrió el
suficiente tiempo como para se forme alguna.
Si una estrella que llegó al final de su fase productiva está
por debajo del Límite de Chandrasekhar, 1,4 veces la masa del Sol—, entonces se
convertirá en una enana blanca; si está por sobre este límite se convertirá en
una estrella de neutrones. Si una estrella supera más de cinco veces la masa
del Sol, cuando se detiene la fusión del hidrógeno se produce una supernova y
el resto de la materia se condensará en un agujero negro.
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