Leer y escribir son construcciones sociales. Cada época y
cada circunstancia histórica dan nuevo sentido a esos verbos, sin embargo, la
escuela no ha conseguido apartarse de la antigua tradición: sigue tratando de
enseñar una técnica.
El 80% de la población mundial vive en zonas de pobreza, los
países pobres no han superado el analfabetismo y los ricos han descubierto el
iletrismo. El iletrismo es el nuevo nombre de una realidad muy simple: la
escolaridad básica no asegura ni la práctica cotidiana de la lectura, ni el
gusto por leer, ni mucho menos el placer por la lectura.
Por más eruditos que sean, los editores producen libros incompletos
por naturaleza, un libro es un objeto en busca de un lector, y no puede
realizarse como objeto cultural hasta que no encuentra un lector. En el 2000,
se instauro el internet en las escuelas, pero la tecnología de por sí, no va a
simplificar las dificultades cognitivas del proceso de alfabetización, ni nos permitirá
superar las desventuras de el analfabetismo. Internet, está introduciendo
cambios profundos y acelerados en la manera de comunicarnos y de recibir
información, esta tecnología exige cambios.
Estamos hablando de futuro, y los niños son parte del futuro,
esos niños no necesitan ser motivados para aprender, aprender es su oficio, no
pueden dejar de aprender, porque no pueden dejar de crecer. Todos los objetos a
los cuales el adulto da importancia son objetos de atención por parte de los
niños. Si perciben que las letras son importantes para ellos, intentaran
apropiárselas.
Si el niño ha estado en contacto con algún lector antes de
entrar a la escuela, aprenderá más fácilmente a leer y escribir. El interprete
informa al niño, al efectuar ese acto, que esas marcas tienen poderes
especiales: con solo mirarlas se produce el lenguaje, un lenguaje bien diferente
de la comunicación cara a cara, Parte de la magia consiste en el mismo texto,
vuelve a representarse una y otra vez delante de las mismas marcas. La
fascinación de los niños por la lectura y relectura del mismo cuento tiene que
ver con este descubrimiento fundamental.
Hay niños que ingresan a la lengua escrita a través de la magia,
y niños que entran a través de un entrenamiento consiente en “habilidades
básicas”. En general, los primeros, se convierten en lectores, los otros tienen
un destino incierto.
Los niños piensan a propósito de la escritura, y su pensamiento
tiene interés, coherencia, validez y extraordinario potencial educativo. Hay
que escucharlos desde los primeros balbuceos escritos.
La
alfabetización no es un lujo ni una obligación: es un derecho. Un derecho de un
mundo donde las diferencias lingüísticas y culturales deberían ser consideradas
como una riqueza y no como un defecto. Quizá sea posible que los maestros recuperen,
junto con sus alumnos, la capacidad de reír, llorar o sorprenderse cuando leen,
que nadie tenga miedo a las nuevas tecnologías pero tampoco espere de ella
efectos mágicos; que nos comprometamos con los futuros lectores para que la
utopía democrática parezca menos una iniciativa.
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